miércoles, 18 de febrero de 2009

San Valentín

Me sonaba el movil, Cristina, mierda, es verdad, había quedado con algunos compañeros de la facultad, y algunas amigas del trabajo, íbamos a tomarnos un algo en el Arthurs, para luego cenar por ahí y salir un rato. Acabábamos de terminar los exámenes, y habría q celebrarlo de alguna forma. 


El teléfono no para de sonar.


-Cristina? Lo siento, se me olvidó por completo, han llegado todos?... si, verdad?... bueno, decidme donde vais a cenar y tiro ya directamente para allá... Vale, venga, lo siento, nos vemos ahora, llego antes de q te de tiempo a criticarme.


Una ducha rápida y a la calle. Los advertí de q me avisarán hoy después de comer, q se me olvidaría.


Me paro frente al espejo trás salir del agua, me gusta mirarme un rato, me gusta mi cuerpo, tuve suerte en algunos aspectos, otros me los he trabajado yo mismo, pero el resultado aquí, al verme reflejado me encanta.


Mi pelo ensortijado cayendo sobre la frente, mojado, aparto con una mano el mechón que tapa mis ojos, verdes, oscuros, de la tierra como decía mi abuela, no estranjeros. Una gota cae desde la frente deslizandose por la patilla y dibujando mi mandíbula perdiéndose en la barba de tres días q mañana o pasado he de afeitar. Me estiro, me gusta estirarme, ver como se definen mis músculos bajo la piel, perfectamente tallados en duras sesiones de gimnasio. Paso una toalla sobre mi pecho, la llevo a la espalda, la ato alrededor de mi cintura, he de darme prisa. 


Pantalón vaquero y camisa negra, clásica, y siempre elegante, perfecta para no destacar, pero poder desplegar todos mis encanto si fuere necesario. Cojo el abrigo, me paro en la puerta, y observo el "post it" q mantengo siempre desde la última vez q se me olvidaron las llaves dentro.


Llaves

Cartera

Móvil

Dinero

Paraguas?


Bolsillo a bolsillo, fui tocando para cerciorarme de q estaba todo. Y listo. Hoy tenía prisa así q bajaría los once pisos en el ascensor, y cogería un taxi hasta la pizzeria 

de Marino.


Una vez allí Cristina me saluda desde la mesa, debaten algo acaloradamente, tras enterarme de q ya han pedido me acerco a la barra a ordenar una ensalada y una tónica para mí. Desde allí me quedo observando; hoy, día de San Valentín, más que nunca, iran todos a saco, por lo q raro será el q acabe solo en su cama esta noche. Menos mal q el novio de Cristina está fuera de la ciudad, y al menos la tendré a ella. Me acerco para sentarme en la silla q queda libre. 


-Fede, quedamos en q me llamabas esta tarde, para recordarme lo de esta noche.

-Pero tío, cómo se te puede olvidar q salimos un sábado por la noche, estás mal de la cabeza? Vosotros los loqueros sois los que peor estais. 

-Fede, llevas en la facultad incluso más que yo!

-Lo cual refuerza mi teoría. 


En fín, comida italiana, no mucha para mí, una tónica, medía botella de vino, y un par de cocktails, y estabamos listos para salir. Ultimamente frecuentábamos un pub por el centro q estaba bastante bien. 


A eso de las tres de la mañana Cristina se había ido, Paula y Carlos liándose, Fede y Verónica en casa de esta, y yo en la barra riéndome con el camarero de cuan deprimente podía ser San Valentín. En fín lo de siempre. 


El camarero parecía agradable, y no parecía q lo estuviera molestando, pero q me aspen si no hay nada q tema más q ser el pesado de turno. Era hora de irse a casa. De camino a la puerta, cogí a Carlos del hombro separándolo bruscamente.


-El sábado q viene salimos sin chicas! ¿Entendido?


Me decidí volver a casa andando, me gusta pasear por la ciudad, cruzarme con la gente, adivinar en que están pensando, otras veces, simplemente es por esperar a q se me pase un poco la borrachera para no tumbarme y que todo me de vueltas. Esta vez era la segunda. 




Sentado en la escalera


Es interesante como la gente se ve afectada por las apariencias. Me di cuenta por primera vez con unos diez años en casa de unos amigos de mis padres, ellos cenaban, y yo me aburría en la mesa, no sé cómo pasó q mi plato fue a parar al suelo partiendose en dos trozos, y dejándolo  todo perdido de puré. Temiendo las consecuencias no pude evitar la cara de pena, pero lo único q Magdalena, la anfitriona, dijo fue "ay, mira q gracioso la cara de pena q pone el pobre, el malrato que estará pasando, no te preocupes chiquito q no pasa nada, vamos a la cocina a por un helado". 


La gente ve lo que quiere y cuando eres guapo, siempre son cosas buenas. Es sencillo hacer amigos, caerle bien a los profesores, incluso buscar trabajo. Pensareis que de esta forma la vida es mucho más fácil y divertida, pues sí, estais en lo cierto. Me emancipé con dieciocho años y aunq en mi ciudad había universidad, opté por ingresar en la UTO (Universidad de Tortuosa) para estudiar psicología. Alquilé un pequeño ático desde el q se puede ver el mar y que no queda demasiado lejos del centro y empecé a hacer mis pinitos como modelo.


Ahora era mi septimo año en la universidad, si todo salía como esperaba, el último, trabajaba con asiduidad para una compañía de modelos, sobretodo en campañas fotográficas, más de una vez me había caido desfilando, y no se atrevían a darme pasarelas demasiado importantes. Era un trabajo agradable, ganaba bastante dinero para vivir acomodadamente, y era compatible con mis estudios. No podía pedir más. 


Bueno sí, podría pedir no haberme olvidado las llaves dentro de casa, y estar cenando en vez de esperando al cerrajero de guardia, pero que se le iba a hacer, al menos puedo poner un poco de orden a mi cabeza.


Tortuosa no hacía honor a su nombre.